Hay
oraciones rituales y personales. No sólo rezas cuando repites un
texto consagrado, sino también cuando dices palabras tuyas, quizás
balbuceantes e inconexas, la alabanza que normalmente precede al
ruego. Rezamos para pedir, o mejor dicho creemos que rezamos para
pedir. En realidad, cuando pides rezando, estas cumpliendo el más
hermoso acto de fe, y eso alumbra mucho mas tu conciencia que la
confianza pasiva en que algún don se te concederá.
Sea
ritual o personal, cuando es viva y consciente, la oración vale lo
mismo. En esas condiciones,los mismo representa el “Padre Nuestro”
que una frases entrecortada por las lágrimas. Lo verdaderamente
maravilloso de la oración no es que te dirijas a Dios, ni que Dios
te conceda lo que pides. Lo verdaderamente maravilloso es que, con la
oración, te asocias a la parte que tiene en ti la divinidad,
cualquiera que sea el nombre, el poder o la forma que a la divinidad
le adjudiquen.
David
Escobar Galindo 23 de junio 1990